Así de insignificante soy. Como ese cardo que proclama su agotamiento, su sequedad, defendiéndose de la luz y el aire que lleva sus blancas vellosidades, de aquí para allá. Inútil en su deseo, en su pobreza, y sin fuerza para sobrevivir a los días. Un cardo que se agita nervioso preguntando por qué.
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