El marco conserva las huellas, el deterioro causado
por las inclemencias y el desprecio del tiempo. Dentro, la pintura mantiene aún
el pulso firme frente a las grietas y los desencantos. Se nota que el viejo sueño del artista
permanece aún con sus ritmos vitales. Aún hay fuerza para llevar la mano hacia
un paisaje abierto, con su hierba
anárquica, y sus calveros despintados. Los
árboles, pequeños e indefensos, crean
una línea imaginaria que nos aparta de los peligros que a lo lejos se intuyen,
en esas manchas crecidas, insinuándose allá en el horizonte. Y detrás, un cielo,
cauto, sin color, ni confianza. Como el futuro, siempre incierto, y a la vez necesitado de esperanza.
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sábado, 30 de marzo de 2013
sábado, 23 de marzo de 2013
Cubro el hueco de las horas vacías, y pasan veloces
como el viento que trae lluvia, una lluvia que se prodiga hasta las últimas
habitaciones. El sueño no me distrae desde hace no sé cuánto tiempo. Ni sueño
ni poesía se atreven, con esta lluvia, a llamar a mi puerta. Será que necesitan
distancia, que sus nudillos siguen doloridos. Las manos sino están limpias no
merecen lo que tocan.
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