Llegados. Corre desigual el tiempo, siempre en contra, siempre
desmenuzando lo que parece que fue nuestro y sólo fue un falso ofrecimiento. Aquí,
la luz no se contrae y se expande, no se insinúa, ni desvela un pequeño reino
propicio para el sueño. Aquí la luz reina todopoderosa, iguala gozo y
sufrimiento, y las edades se confunden en su afán de vida plena. Aquí, en el
sur, la hora no importa, el día y la noche mantienen la misma brasa encendida, y
el aire y el agua comparten el espacio, arrojándonos fuera, como si nada nos
perteneciera, como si no hubiera principio
ni fin.
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lunes, 20 de agosto de 2012
jueves, 16 de agosto de 2012
miércoles, 15 de agosto de 2012
Fuego en las tumbas. El viento sacude las ofrendas, unas
rosas envejecidas que devora el fuego. La palabra de Dios también desasistida,
como un animal abandonado. Y sin embargo alguien cuenta las horas , deshace
pasado y presente , como si volver la vista atrás no fuera bastante para quedar
atrapado, condenado como un reo sin juicio. Sigue el viento deshaciendo la noche, deshojando la vida. Lo
que huye del fuego también está marcado, nunca la salvación viene del cielo.
Aquí la noche distingue la falsa calma, la cobardía fue un acto inútil. Ni
dueños ni testigos alejan el peligro. ¿Quién ha construido estos palacios de
piedra para un futuro incierto?. ¿ Quién,
si las llamas alcanzan el vuelo de la lechuza, y sus alas maltrechas?. El que
desafía a la muerte será condenado tres veces a una muerte más dolorosa, la que llega y se lleva el cuerpo, y sólo deja un fuego que devora el recuerdo, rosas que arden sin memoria.
lunes, 13 de agosto de 2012
No
sólo la voluntad del hombre determina el orden de las cosas, la mecánica del
mundo. Esta alambrada que separa dos tierras, dos propiedades, qué fronteras establece,
y durante qué tiempo . Las ramas crecen libres sin conocer fechas ni nombres,
se mueven según el viento las sacude, ajenas al deseo, y tantas veces a
la esperanza de quien las vigila. Detrás de cada alambrada hay un hombre que pretende
ser dueño de un destino que esconde su cara, distante y extraño como un cuerpo
presentido y sin embargo no nuestro. Las horas más dulces vividas en este trozo
de tierra, en este espacio literariamente protegido - llenan los árboles un cielo que es cúpula y
horizonte - son las horas que ya han
pasado, las horas que dejan su rastro en la memoria, un lugar desprotegido que
no entiende de lindes, alimentado por un
extraño que sobrevive a los años, y construye un mundo igualmente cierto y
falso, porque tan bello es lo uno como lo otro, y por eso necesario. ¿Pero , quién
establece el orden por el que se rige el mundo? ¿Quién vigila el mecanismo que
hace rodar los días y las noches, con esta calma aparente, y nos concede el
privilegio de sentirnos dueños de esta hacienda, y de este tiempo? Luz pequeña
que un soplo de aire entierra.
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