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jueves, 29 de marzo de 2012

No han llegado aún, y algo en el aire los extraña. Ninguna ausencia se justifica, ningún silencio roto por el vuelo nervioso y el piar agudo es necesario sino se desea. Lentitud  y vacío cubren este cielo deshabitado, estas horas inútiles que colman la existencia. Cuando oiga sus trinos el tiempo será más doloroso. Ninguna amenaza deja el cuerpo inerte. Ninguna amenaza resulta en vano.  

martes, 27 de marzo de 2012

Esta tierra espera silenciosa la resurrección, humilde en su tarea. Y aunque aparte el ruido, la impaciencia que dentro de mí golpea, nada se oye, y todo sigue oculto. No hay ostentación, ni orgullo, ni soberbia que se desate. La luz no promete un mañana distinto, cubre con reposada tibieza esta calma, estos días que son necesarios.
Bajo los ojos esperando descubrir en la raíz la fuerza que no tengo.

domingo, 25 de marzo de 2012



Último domingo de marzo, la diamela recién podada espera la lluvia. Desnuda parece más frágil, más necesitada. Sus ramas delgadas conocen el vértigo, la sed, el viento. Cruzo unos hilos blancos bajo sus nudos y el alambre. Y aceptan el abrazo. Sólo es cuestión de tiempo, en los días que vienen abrirán sus brotes. Lo nuevo se anuncia en silencio.  

sábado, 24 de marzo de 2012

Siguen sin llegar los pájaros. La neblina ocupa la llanura, y enturbia nuestros sueños. Los árboles, las ventanas cerradas, en espera de días nuevos. Marzo se recoge ensimismado, hace cábalas con los últimos límites, se protege del mundo como si no confiara en el futuro, como si no creyera en el destino. La vida temerosa necesita motivos para seguir su curso. Si esos pájaros llegaran y abrieran la negrura, si los días quisieran perdonarnos.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Este silencio que deja la nieve a su paso, como una venda que cubre los sembrados. El cielo cerrado, y las luces apagadas. Un paisaje que se ofrece, aunque sólo sea por unas horas, sin huellas, sin la marca del hombre.     

martes, 20 de marzo de 2012

Escuchando a Mompou el pájaro picotea una delgada lámina, o la mano que le ofrece el alimento. Esta lluvia es una melodía callada que no consigue aliviar ni un palmo de tierra, y sin embargo resiste y no abandona su empeño. Sueño, y en el sueño la misma música acaricia una piedra, su espalda dolorida. Caen con mansedumbre algunas notas. Parece todo tan frágil, tan terriblemente humano. Por eso estas notas desarman lo visible, provocan un incendio dentro, allí donde solo llegan las alas extenuadas, las ramas más voraces para abrasarse.  

viernes, 16 de marzo de 2012

Medir el tiempo, una vileza más. Como si todo transcurriera siempre igual, y valiera lo mismo. Medir el tiempo a pesar de no saber nada de él, y no tener el dominio, la fuerza o la destreza para maniatarlo, la confianza para borrar su huella, sin extrañarlo. Medir el tiempo creyendo que así evitamos el vacío, un desierto sin nombre, sin rejas inseguras que nos den cobijo. Medir el tiempo, para saber el tiempo que nos queda, para ir aceptando lo inevitable. 

lunes, 12 de marzo de 2012

La luz cumplida, y ningún camino de vuelta, o ese rastro que pueda llevarte lejos. Ladran los perros a una sombra. La misma que rodea el muro, los brazos retorcidos de esa enredadera que aún sigue desnuda. Trabaja sin hacer ruido, sin apagar las luces que alguien enciende. Busco en su gesto un motivo que pueda ser justo, una razón para dejar perecer lo que fue promesa. La sombra me responde con un reproche, y nada detiene la mano que mueve este grano de arena. 

domingo, 11 de marzo de 2012

Sacude el sol los cuerpos dormidos. Marzo, va dejándose abrazar, desperezándose de su letargo como los mirlos que acuden desde un bosque inexistente hasta la grava aún fría de una primavera que llama a mi puerta. Miro el reloj que marca una hora también inexacta, su trazado circular representa una forma perfecta, aquella que dibuja principio y fin sin alejarse nunca de su centro, y veo más allá de la hora señalada una esperanza que fabrica no quién mira, sino alguien, o algo, otro, otros que saben que he de seguir el paso intentando no caer antes de tiempo, olvidando que todo comienzo exige una pérdida, una desaparición. 


miércoles, 7 de marzo de 2012

La poza, con su noche adentro, alargaba los brazos como queriendo atrapar una presa. Miedo y deseo  encendían las sombras y una hilera de tablas colocadas sobre el vacío. La tarde se llenaba de grajos alrededor de las copas, moviéndose en círculos, como ellos cuando chapoteaban en el agua, girando sus cuerpos, temiendo que surgiera del fondo una bestia negra para llevarse un sueño recién nacido.  

martes, 6 de marzo de 2012

Llegan días con su carga de espanto y amenaza, pero llegan también otros extrañamente agradecidos, sin ninguna razón aparente que los haga mejores. Es en estos días cuando todo parece sencillo, incluso lo que ayer no lo era. Intento, en esa breve pausa que el tiempo concede, ordenar los desaires, recomponer el gesto. Una tarea que no siempre es posible, pues algo en mi me dice lo inútil que resulta prepararse para evitar el golpe, la afrenta que espera oculta tras una pequeña pausa. Y este silencio es entonces más querido. No hace distinciones. No juzga ni dolor ni gozo. Un silencio ajeno a ti, que da sentido al sinsentido. Un silencio que junta dos gotas de agua en el mismo espacio, sin destruirlas.

domingo, 4 de marzo de 2012


Estas tijeras con forma de pez y escamas azules mordieron el metal y la hojalata, y duermen ahora sobre un tablón cualquiera. Ausente la mano que apretaba la empuñadura su valor es el de un objeto extraño que guarda la belleza, la gracia del artesano que pensó su forma sin pretensiones, sin un afán artístico. Antes de que el óxido pueda manchar su cuerpo o el olvido o la pérdida se la lleven quede aquí su forma retratada, en este museo de aperos y quincalla que nos recuerda que la belleza es una falsa herramienta

jueves, 1 de marzo de 2012



Todo lo que aprendí sigue en ese lugar, más allá de la línea quebrada que separa pasado y futuro. Fui de una peña a otra detrás del aire que mueve voluntades, sólo con un deseo, sentir más cerca la oscura claridad que lentamente da forma a las cosas. Oí cómo la inmensidad clama por un silencio, por un sueño pequeño que mantiene la vida despierta. Fui hasta allí con la certeza de sentir en mí el mundo, las horas deslizarse con paso breve, ignorando que lo que comienza no tiene fin.