Vistas de página en total

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Ayer recibí por correo El guardián del fin de los desiertos  ( Perspectivas sobre Valente) , volumen publicado por la editorial Pre-Textos, en edición de José Andújar y Antonio Lafarque. Aunque el libro está en las librerías españolas desde hace unos días recibirlo ha sido como un regalo. La idea de los editores era publicar las distintas conferencias que se impartieron dentro del ciclo sobre José Ángel Valente. Desde la ciudad celeste, entre abril y noviembre de este año, en Almería . Jordi Doce, Carlos Peinado Elliot, Lorenzo Oliván, Antonio Gamoneda, Miguel Gallego Roca o Andrés Sánchez Robayna, sin olvidar a José Andújar, fueron algunos de los autores invitados . Unos días antes de la  clausura participé en un Coloquio y lectura de poemas, junto a Aurora Luque y José Luis López Bretones. De lo que allí dije ha quedado como testimonio lo publicado en estas páginas, y a juzgar por lo que este volumen de ensayos contiene, por la calidad de los textos y su nivel crítico, es una suerte que no merezco. Aunque siempre es un acicate la buena compañía para seguir adelante.  Y qué mejor compañía que la de mi amigo Javier Huecas, autor de la imagen que figura en la portada. 



martes, 29 de noviembre de 2011

                                                  A la luz del farol, el hielo
                                                 del camino reluce como grasa.
                                                                     Tomas Tranströmer

LAS ADIVINACIONES


Luces escondidas entre la maleza.
Sueñas con notas blancas
como si fueran signos dejados
al azar, despojados del frío
cuando los descubrimos.

El humo avanza
como lo hace un río, y se deshace
como una súplica.

Sigues detrás de una voz
dormida,
la ves desnuda,
acostada en la nieve.

Tus manos no pueden
levantarla.

La memoria guarda el frío,
hace girar las equivocaciones.

Hasta que descansan.











domingo, 27 de noviembre de 2011

Extrema delicadeza del agua que pasa su mano sobre la tierra sin causar daño. Su transparencia no entierra ni  esclaviza. Calma la mirada, y lleva el pensamiento más lejos, más allá de lo visible. Pero no siempre el agua llega por su cauce. A veces levanta piedras, rompe la calma en mil pedazos, ahoga semillas y raíces. Cuando esto ocurre está obligado el pensamiento a ser justo, a ser como el lago que recibe toda la furia, el brazo de la lluvia golpeando. Y a tener la fuerza suficiente para levantar los troncos y las ramas partidas, recogiendo del fango los deseos, aquéllos que nos hacen tan desesperadamente humanos. Sólo esa esperanza, que  limpia el cielo de amenazas, parece tener el hombre.
Debe afinar la mirada como si se tratara de un instrumento, medir la distancia, alejándose de lo superfluo, situando el punto de mira en lo que de verdad importa. Para ello ha de saber qué quiere. Nieblas y sombras no son en sí mismas mejores que una tranquila mañana soleada. El misterio que guarda lo previsible nos aleja siempre del asombro. Las huellas que sigue la mirada las descubre alguien que no conoce la senda, y va hacia el abismo, un pozo lleno de incertidumbre. Después puede que haya algún desconocido respiro, tal vez una piedra que nos de aliento y descanso, o quizás un gesto, una palabra que recordemos. Pero el peso de la fatiga sólo al final del camino desaparece.  

jueves, 24 de noviembre de 2011

Siempre llueve un agua menuda en los sueños. Un agua que acaricia la tierra y deshace sus nudos. La lluvia descansa en la mano, lejos de la furia y el viento. Es un rezo humilde, una súplica que trae de muy lejos voces que llaman. Y no sabes. La lluvia se descalza, y desnuda posa su cuerpo sobre las cosas, igual que un pájaro pequeño que adivinara donde posarse sin herir la rama. Siempre llueve en los sueños una lluvia entregada, que no causa daño, y no lastima el deseo. Llueve tristemente en los sueños, pero no parece importarle a nadie. Nadie se duele de la lluvia que sueña, de la lluvia que dulcemente cae sobre la almohada.   

jueves, 10 de noviembre de 2011

Nadie conoce mi refugio. Duermo de día, y de noche espero que la luz ilumine lo de dentro. Sólo el ruido de mi mente me distrae. Afuera, la vida parece detenida, pero una presencia me dicta cada palabra. Está conmigo, y fuera de mi. Por eso escucho con cuidado cada rama que mueve el viento, cada respiración ajena, cada llamada. Voy dejando un rastro como lo hace un animal herido. Todas las noches deseo lo mismo. El tiempo no es un estorbo, se resguarda en la cabaña del frío como una bestia temerosa acurrucada entre cenizas. Así son las noches del pensamiento, desnudas, indefensas frente a todo.



martes, 1 de noviembre de 2011

Cambia el tiempo como el animal su rumbo detrás de un rastro esquivo y caprichoso, en busca de alimento. Hace unos días, tan sólo, una fina lluvia calaba nuestras ropas, los pies húmedos a pesar del calzado propio de andar por la sierra, el frío arañando la piel de la cara, y todo parecía vivir para celebrar el otoño, siempre triste a pesar de su belleza. Hoy, el sol se levanta con empeño y vocación de ser una pequeña brasa. Un azul casi transparente recuerda otros cielos ya pasados, y la luz obliga a mirar el día con agrado. Pero será un espejismo, un sueño pasajero que nos lleve a un mundo lejano e imposible. Es ya tiempo para el recogimiento, para arrojar de la memoria los falsos brillos, la mentira que se acomoda en los cuerpos más jóvenes del verano.

                                                                                  Sierra de los Filabres